martes, 31 de diciembre de 2013

Falta compromiso


No haber obtenido el título del Torneo Apertura ha abierto muchas grietas en Bolívar. Este acontecimiento, ha provocado que todas las miradas estén puestas sobre el entrenador Miguel Ángel Portugal como el principal culpable. Pero, antes de cargar en la espalda del español todo el peso del fracaso, hay que tomar en cuenta que, además de las malas decisiones del entrenador, fueron otros los aspectos que también impidieron que la Academia obtenga el bi-campeonato.

Sin personas no hay futbolistas. Sin futbolistas no hay equipo. Sin equipo no hay institución. La ecuación se ve sencilla, pero es más complicado de lo que a primera vista parece. Como en cualquier otro ámbito, el compromiso es la parte vital de las personas que se representarán como futbolistas de un equipo y una institución. Se dice que cuando se forma un equipo, el compromiso siempre comienza siendo individual. En el caso de la Academia, durante el segundo semestre del año, muchos de sus futbolistas no correspondieron de buena manera a este valor y, en un determinado grado, también tuvo incidencia en fracaso liguero.

Los jugadores se fijan metas y hacen un compromiso de llegar a las mismas, eludiendo todo tipo de vicios a los cuales están expuestos y tentados. Cuando esta corrupción aparece de por medio –más aún, en nuestro medio donde le damos tolerancia al alcoholismo y otras drogas– es el momento cuando sale a relucir la calidad de profesionales y personas que componen el equipo.

Dos futbolistas del plantel celeste han cometido actos de indisciplina en el último torneo: José Carlos Barba y Romel Quiñónez. El primero fue duramente sancionado, y al segundo se le perdonó, incluso, se le socapó sus faltas de indisciplina porque el equipo prescindía del jugador para una fecha liguera muy importante. La falta de carácter del comité disciplinario celeste al momento de infringir castigo y medir a todos con la misma vara, ha impedido que el grupo de personas o futbolistas, cohesionen en un equipo sólido, con espíritu y juego colectivo.

Está claro, siempre hay jugadores de mala cabeza que provocan problemas, personas inmaduras y con una personalidad impulsiva, que actúa sin pensar, tan impulsivo que ni siquiera piensa después de actuar. Pero la disciplina y el castigo se deben imponer con la misma igualdad a todas, sin que el talento privilegie y encierre a algunos en una burbuja protectora. Un futbolista indisciplinado contamina al grupo, es una persona tóxica que abre grietas en el vestuario trasgrediendo la idea de equipo. Pero lo más importante, pone en tela de juicio la credibilidad de su entrenador ya que el equipo observa cómo le encubren estas acciones negativas.

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