jueves, 20 de julio de 2017

Matías Dituro: ‘Jugaba con cachos rotos y guantes agujereados’



Matías Dituro es el arquero de Bolívar. Llegó este año a la Academia, fue campeón por primera vez defendiendo la camiseta de un equipo de Primera y, además, fue el guardameta menos batido del torneo Apertura de la Liga. En lo deportivo no se quiere quedar con solamente eso y apunta a más, vestido de celeste.

Tiene 30 años cumplidos. Su debut como profesional en la máxima categoría fue a los 22, pero no en Argentina, sino en otro país. En esta entrevista cuenta sus inicios, la formación que tuvo y lo que tuvo que pasar para llegar al sitial en el que está.

Además, detalles que no siempre salen a la luz en la vida de un personaje público como la del futbolista...

— ¿Cuándo te hiciste deportista?

— El recuerdo más bonito que tengo es que desde muy chiquito participé en mi club Independiente, donde practicaba diferentes deportes. Mis padres me llevaban ahí. Era en mi pueblo Bigand (Provincia Santa Fe), de unos 5.000 habitantes.

— ¿Eras estudioso, tranquilo o travieso?

— La verdad es que en la escuela era tranquilo, aunque no me gustaba estudiar. Sí hice alguna travesura. Una vez le oculté la mochila con útiles a uno de mis compañeros y se la enterré durante una semana; lamentablemente llovió, se mojó y manchó todo, así que hicieron citar a mis padres y tuve una severa llamada de atención.

Pero no terminé los estudios ahí porque a los 14 años decidí hacer lo mío, o sea dedicarme plenamente al fútbol. Felizmente desde un comienzo conté con el apoyo de mis padres. Sin eso, hubiera sido mucho más difícil.

— ¿Tenías algún sobrenombre? ¿Cómo te llamaban?

— En el colegio me decían Cordero porque tenía el pelo largo y enrulado. También otros me llamaban Mati, en alusión a mi nombre Matías.

— ¿Y cómo fue tu vida de futbolista desde los 14 años?

— Dejé mi casa, dejé a mi familia y persiguiendo mis sueños me fui a Rosario, donde empecé a entrenar en Newell’s Old Boys. Me fui a vivir a una pensión y no fue fácil. En ese lugar el techo tenía goteras, en época de lluvia entraba el agua. Comíamos bien unas dos semanas, pero luego lo que había. Sí logré terminar el colegio allá, pero fue complicado porque entrenar y estudiar a la vez era difícil. Luego pasé a Banfield, aunque de ahí determiné volver a casa porque extrañaba a mi familia.

— ¿Cuándo fue que realmente comenzaste la carrera como jugador?

— En Almagro, de tercera división, allí compartí con Emanuel Bocchino, quien jugó el pasado torneo en Blooming, es un amigo de pueblo, creo que su apoyo fue fundamental para perseverar por mi sueño de ser futbolista. Vencí el primer año, me adapté y empecé a hacer carrera. Ahí hice mi segunda familia y fue clave.

— Hay muchas historias de grandes arqueros que al comienzo no lo eran. En tu caso, ¿desde un principio eras arquero?

— No, para nada. Jugué de marcador central y luego de volante de contención hasta más o menos mis 13 años. Un día, el arquero titular de Independiente se lesionó en una semifinal y entonces yo pedí entrar al arco. Ese partido lo ganamos, incluso atajé un penal, pero perdimos el campeonato; sin embargo, fue vital porque no salí más del arco. Desde ahí comencé a hacer la carrera de arquero.

— ¿Cómo es formarse como jugador y luego dedicarse a la carrera de futbolista?

— La gente debe analizar que para llegar a tener beneficios materiales, como un buen carro o una buena casa, hay una parte previa con mucho sacrificio, mucho trabajo, porque tienes que dejar tu familia, tu casa. A mí, la verdad es que me costó mucho, no tuve la posibilidad de contar con todo, un año entero no vi a mi familia, comí cosas inadecuadas para un jugador, contaba las moneditas para tener para el colectivo o el tren a fin de trasladarme a los entrenamientos, no tenía ni material de trabajo, jugaba con cachos rotos, guantes agujereados y todo eso; pero me hizo fuerte porque cuando llegué a primera división sabía de dónde venía, qué me había pasado en el proceso previo y me di cuenta de cuánto me costó. Hoy ya se puede aprovechar, pero siempre ayudando a la familia, porque tampoco la carrera del jugador es larga. Cuesta mucho, la gente juzga por lo que ve en el momento, pero no por el pasado.

— Muchos jóvenes lo hacen, ¿hiciste el servicio militar?

— No, porque en mi país es algo optativo, así que no hice el servicio militar.

— ¿Crees en Dios?

— No soy de una religión específica. Creo en Dios a mi manera. No me gusta ir a la iglesia porque no creo en las instituciones, pero sí oro todos los días, me gusta leer la biblia, soy muy creyente, soy fiel a eso; no me agrada asistir a las iglesias porque considero que puedo tener una conexión con Dios desde la casa y a mi manera.

— ¿Es cierto que tu debut oficial en Primera no fue en tu país?

— Cuando estuve en las divisiones menores de Almagro, justo en esa época suspendieron el torneo de Reservas en Argentina, entonces no tenía la posibilidad de jugar; así que me volví a mi pueblo, salimos campeones de la Copa Santa Fe y surgió la posibilidad de ir al Perú, adonde me fui a los 22 años. Es cierto, debuté y atajé un penal en el primer tiempo tapando para el Colegio Nacional de Iquitos.

— Muchos de tus colegas futbolistas tienen algo preparado antes de un partido, ¿tienes alguna cábala?

— Generalmente, antes de ingresar a jugar me gusta rezar. Me voy a un lugarcito y oro, es lo único que hago, no tengo cábalas... tal vez usar los mismos guantes.

— ¿Le copiaste algo a algún arquero famoso o admirabas algo de él?

— Más que copiar, admiré mucho al colombiano Óscar Córdoba y al italiano Gianluigi Buffon. A Óscar le admiraba la potencia de piernas que tenía, le pegaba con ambas a la pelota; y a Buffon, porque es un arquero completo.

— Un día, hace años, le pregunté a un jugador qué hubiera sido si no se dedicaba al fútbol y me respondió: “Cocinero”. ¿A ti te gusta cocinar?

— La verdad es que la necesidad te obliga a aprender muchas cosas y a mí me gusta cocinar, cocino mucho. Me gusta levantarme temprano, preparar platillos, obviamente que mi esposa me cocina en el día a día, pero cuando hay tiempo me gusta preparar los alimentos, me gusta hacer de todo: pollo, carne al horno, pastas; hago de todo, los revueltos de verdura, las tartas, revueltos de huevo. Aprendí cuando estuve en el internado y aprendí de todo porque el jugador de fútbol debe comer bien y conocer lo que va a servirse, es muy importante; además que la comida de afuera me hace muchas veces daño, soy muy débil del estómago. Aquí, en el país, me encanta el picante de pollo, especialmente en Cochabamba; de La Paz aún no probé algo especial.

— ¿Y ya ‘probaste’ un paseo por el teleférico?

— No, porque no me gustan las alturas; tampoco me gusta subirme a los aviones, no me siento bien. Cuando viajo tengo que ponerme los auriculares para escuchar música y esperar que el viaje sea rápido. Imagínate el temor que me dio cuando fuimos a Ibagué, en Colombia, para jugar con Deportes Tolima, llovía demasiado y tuvimos que ir en una aeronave pequeña, me puse nervioso; sin embargo, aunque no lo creas, fue el viaje más tranquilo y rápido. No me gusta subirme a un avión, pero la profesión te exige y hay que afrontarlo.

— Tienes dos perritos en tu casa, ¿son tus amigos?

— Bueno, a mi esposa y a mí nos gustan mucho los animales, en especial los perros; por ello es que incluso nos trajimos de Chile uno pequeño de raza chihuahua; y como se sentía solo en casa, un día al pasar por la plaza Abaroa vimos a Bubu, un perrito callejero, y decidimos adoptarlo; ahora es uno más de la familia, se adaptó rápido y comparte todo con nosotros.

El arquero posa junto a sus dos mascotas, una viene desde Chile y la otra fue adopatada en La Paz. Foto: Miguel Carrasco

— Supe que tienes pasaporte comunitario, una facilidad enorme si se diera una transferencia a Europa. Capaz que seas el único en Bolivia que tenga uno...

— Aquello fue un total esfuerzo de mi padre Daniel Dituro, quien hizo todos los trámites. Cuando empecé a tener aspiraciones en el fútbol y comencé a jugar, mi papá, al ser de descendencia italiana, hizo las gestiones, juntó todos los documentos que se necesitaban para obtener el pasaporte comunitario y lo logró. Demoró cinco años para terminar todo porque nos exigieron desde certificados de matrimonio de mis padres, certificados de nacimiento y otras cosas más; él lo logró y gracias a eso pude ir a jugar a España, al Deportivo Alavés y al Celta de Vigo. Y espero, después de esta etapa en Bolívar, volver nuevamente a Europa. Tener ese documento es una ventaja, un plus.

— ¿Qué te gusta de Bolivia?

— El respeto, la calidez de la gente. Acá la gente es fanática del fútbol, se juega a estadios llenos, la gente vive el fútbol, la verdad es que es algo espectacular. Además, tú caminas en la calle y la gente se te aproxima con mucho respeto, hay tranquilidad en todo sentido y ello realmente me ayudó bastante, incluso en lo familiar.

— ¿Los tuyos están bien?

— Mi esposa Karen se acostumbró rápido, mi mamá Mónica, quien llegó a visitarme, se sorprendió por el trato de la gente y quedó muy contenta. Con decirte que al bajar del aeropuerto, cuando la fui a recoger, lloró de emoción, por una parte por la vista panorámica de la ciudad, pero sobre todo por el respeto de parte de la gente y el buen trato que notó de entrada; incluso en el estadio se asombró de cómo la gente alienta sin que se generen situaciones de violencia como en otras partes. Quedó prácticamente enamorada de La Paz, se dio el gusto, ella sí, de pasear en el teleférico, de ir al mercado de las brujas, y quedó prácticamente fascinada con la ciudad, la sencillez y el trato de las personas.

— En ninguna parte todo es bueno, ¿qué no te gusta de lo que están viviendo en tu regreso a Bolivia?

— Un tanto lo que no me agrada es el tema del desorden vehicular, acá conducen como quieren, no cumplen las normas y eso es perjudicial, pero ya le voy tomando el pulso y estoy acostumbrándome. Es que de donde vengo, de Chile, es algo muy estricto.

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